Partiendo de esta idea hay que sentar una segunda premisa: independientemente de cómo se la califique políticamente ("Nación", "Estado", "patria", "país",...), España es una realidad y no una invención. Es más, se trata de una realidad reconocida en la mismísima Sagrada Escritura. San Pablo, en su Carta a los Romanos, por dos veces, menciona a España (Hispania), al anunciar un viaje de evangelización (Rom 15:24 y 15:28). En consecuencia, el respeto a la verdad exige reconocer que España existe desde los tiempos apostólicos.
No és broma, no.
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