Salgo a pasear y me encuentro que todo está en pesetas. De repente, pienso: ¡esto no puede ser, hemos vuelto a la peseta!. Dentro de mí se estimulan las neuronas, ahora toca volver a los buenos precios.
El desayuno o el café a media mañana empieza a ser necesario y pago religiosamente las 230 pesetas que me pide Carlos. Esta es de las cosas que más me impresiona. ¿Tanto ha subido el coste de este producto?. Recuerdo esas 105 pesetas de antaño. La verdad es que en el terreno de la hostelería es complicado poner ejemplos positivos. En el menu del día me dejo 1.700 pesetas cuando antes comía tan ricamente por 900. Toca salir a cenar algo en un restaurante medio y nos dejamos la friolera de 12.000 pesetas cuando era bastante habitual hacerlo por unas 5.000 a 6.000 hace unos años, para dos personas.
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